sábado, 31 de marzo de 2012

Vamos todos unidos, vamos no nos quedemos

Eine Stadt
Ein Verein
Hertha BSC
(Canción de la hinchada del Hertha).

Estando ya en Buenos Aires había tenido la idea. No podía pasar por Alemania sin ir a ver un partido de fútbol. En Madrid, charlando con Fabri, mi deseo cobró aun más fuerza. En Berlín era sólo cuestión de conseguir la entrada, lo cual hice el pasado miércoles.
Me gusta el fútbol. Es una parte mía. La cantidad de horas dedicadas a ir a la cancha o a ver algún partido por televisión (sin importar ni el país ni la competencia y mucho menos la importancia del mismo) son incalculables. La primera vez que fui a la cancha tenía apenas ocho años y desde ahí me volví adicto a este deporte. Pues bien, era una obligación ir a una cancha en Europa y vivir el fútbol a la europea.
En el camino al estadio pensaba por dentro, cuál sería el equivalente germano para "Vamo' a quemar los ranchos e' la Ribera, vamo' a pegarle a Boca hasta que muera". ¿Entrará la barra al grito de "Llegan los Borrachos del Tablón?". ¿Cuando el equipo sale a la cancha se entonará algo similar a "Hertha mi buen amigo esta campaña volveremo' a estar contigo"? Debí interrumpir todas estas preguntas que me inquietaban cuando el subte, imprevistamente, dejó de funcionar y fue necesario buscar uan vía alternativa para llegar al Estadio Olímpico de Berlín. Me acerqué a un grupo de hinchas del Hertha y les pregunté cómo llegar a la cancha, a lo que me dijeron que fuera con ellos. Podía no hablar el mismo idioma, pero había un lenguaje que nos mancomunaba a todos: el del fútbol. El ser futboleros nos unía más allá de cualquier barrera idiomática, si de hecho uno de ellos reconoció el escudo de River de mi campera de lluvia y recordó que en Alemania había jugado D'alessandro.
En el camino, en tren, me ponen al corriente de la situación del Hertha y hasta me entero de que Otto Rehagel es el técnico del equipo. El mítico Otto Rehagel, cuyo hito en la historia de este deporte lo logró en el 2004 cuando salió campeón de la Eurocopa con Grecia, practicando un fútbol acorde a la filosofía de ese país: estóico. Ese equipo de Grecia pateaba una vez al arco por partido, convertía y luego se dedicaba noventa minutos a colgarse del travesaño y defender la ventaja con uñas y dientes.
Llegamos al estadio y mis anfitriones me invitan una cerveza. Dentro del playón aledaño a la cancha nos cruzamos con hinchas del Wolfsburgo, el rival de hoy. ¿Cómo? ¿Nadie los corre? ¿No les van a robar las camisetas? ¿Es normal esto? Fútbol de primer mundo. A los pocos metros debemos separarnos. Ellos eran socios del club y debían ingresar por otra puerta, por lo que nos saludamos y deseamos un triunfo en el partido de hoy, ¿o acaso algo más importa? El ingreso es algo lento, ya que los cacheos son estrictos. Una vez que los supero el partido está por empezar por lo que subo las escaleras corriendo. Casi siempre que voy a la cancha subo las escaleras corriendo, un poco por ansiedad, otro poco por nerviosismo y tal vez por la alegría que me produce entrar a la tribuna y poder ver el verde césped una vez más. El escenario en el que nacen las leyendas.
El Hertha está comprometido con el descenso. No puede regalar más puntos. ¿A qué equipo me hace acordar? Además, si desciende, la próxima temporada no va a haber ningún equipo de la capital en Primera División. Es decir, la Bundesliga perdería al equipo más importante de la capital. ¿A qué equipo me hace acordar? A los trece minutos el Hertha se pone en ventaja, tras un rebote en el arquero, el delantero que acompañaba la jugada la empuja. 1-0. Todos contentos. Grito el gol como si fuera uno más. Luego, se pierde el segundo gol en un par de ocasiones. El equipo está jugando bien, justifica la victoria parcial, puede ser un envión anímico importante si gana y para darle un toque más de heroísmo al asunto cae un poco de nieve. Pero... el Wolfsburgo patea dos veces al arco en todo el primero tiempo. En la primera, tras un centro, el defensor del Hertha se hace un gol en contra. Después el nueve de ellos define bien. De 1-0 a 1-2. Sólo llegaron dos veces y metieron dos goles. Cuando no está pa' uno, no está pa' uno. ¿A qué equipo me hace acordar? De yapa, el árbitro pita siempre en contra y las divididas son todas para el rival. ¿A qué equipo me hace acordar?
El segundo tiempo es emotivo. El Hertha está obligado a ir por el empate, pero sabe que queda siempre al filo del tercer gol. El centrodelantero del Hertha tiene una chance inmejorable, corre quince metros solo con pelota dominada, queda mano a mano con el arquero y torpemente le patea al cuerpo. Era el empate. No lo fue. ¿Sabés qué pasó en la siguiente llegada del Wolfsburgo, no? Sí, 3-1 y el triunfo va a ser de los visitantes, que inclusive tienen tiempo para marcar un gol más con una gran definición de Helmes (autor del segundo gol) y así desatar una catarata de insultos de los berlineses.
Se perdió. Ahora queda hacer cuentas y ver cómo le fue a los rivales. Cuando River peleaba por no descender, la hinchada solía sacar pecho por su resistencia y cantar "No alcanzan las tribunas, no alcanzan las entradas, les demostramos lo que es River en las malas". Los del Hertha podrían empezar a aprender esa canción. Ahhh, ya sé a qué equipo me hace acordar el Hertha.

viernes, 30 de marzo de 2012

From Russia with love

De regreso a octubre
(desde octubre)
Sin un estandarte de mi parte
Te prefiero igual... internacional
(Fuegos de octubre-Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota).

Ocho de la mañana y el despertador sonó en mi habitación. Por primera vez en el viaje había tenido que recurrir a un reloj para despertarme temprano y tener que seguir una rutina prefijada. Tenía una hora y media para levantarme, desayunar, vestirme y llegar al Reichstag (parlamento alemán) para el cual tenía turno de ingreso pautado a las 9:30 AM y los alemanes suelen ser muy puntuales. Con el tiempo justo llegué al Parlamento y pasé mi mochila por el scanner. El guardia de seguridad me detuvo y ahí entendí que algo no andaba bien. Me ordenó abrir la mochila en búsqueda de unas tijeras. Tras un largo rato recordé que en mi cartuchera de clase llevaba las mismas tijeras que uso desde cuarto grado, con apenas ocho años de edad. Sí, unas inofensivas tijeras de industria argentina y mango de plástico casi me convierten en un terrorista internacional. Pasado el altercado pude disfrutar de la vista panorámica ofrecida por el Reichstag y su cúpula de vidrio.
Una vez afuera, caminé cerca de diez cuadras para observar la Torre de la Victoria, una imponente torre con una diosa romana en la cúspide que había sido construida para celebrar una victoria militar del ejército prusiano. Para poder llegar a lo más alto de dicha torre, además de pagar tres euros, fue necesario subir más de cien escalones. Una hazaña.
El último punto turístico del día fue la Catedral de Berlín donde para llegar al techo también fue necesario subir por interminables escaleras. Otra hazaña.
Siendo ya la uan del mediodía fue el momento de ir a clases. Última lección de la semana. Durante uno de los intervalos se me acercó Iván, el ruso, para preguntarme si después de clases quería ir a un bar. "Dale, buena onda", respondí y por dentro pensaba el buen gesto de mi compañero. Sin embargo, al momento de ir, pensé "Vi muchas películas de rusos en bares y terminan en una balacera. Maldición, ya dije que sí, estoy jugado". No había vuelta atrás. Nos sentamos junto a su grupo de amigos rusos y pedimos unas cervezas. Él aclaró "No es cierto que en Rusia todos tomamos vodka, eso es un estereotipo, la mayoría tomamos cerveza". Luego, sin necesidad alguna agregó "Y tampoco vi un kalashnikov en mi vida". Al comprender que mi vida no se iba a terminar en ese instante, más relajado, hubo tiempo inclusive para hablar de fútbol, y que me dijera que se acuerda de los pasos por Rusia de Cavenaghi y del Chori Domínguez, y una pequeña clase de argentinismos brindada por mí en la que le enseñé palabras claves a saber tales como: boludo y pelotudo. No hubo tiempo para debatir sobre el stalinismo, queda pendiente el tema para la próxima reunión.

jueves, 29 de marzo de 2012

No tan distintos

People moving every day you know they move so slow do they know why they are goning? do they know why they go? look into the book of rules and tell me what you see are you all that different are you just the same as me?
(No tan distintos-Sumo)

Cuando le comenté a mi círculo más cercano que iba a ir a Berlín e iba a estar un mes entre marzo y abril todos,
o la mayor parte,
coincidieron en decirme lo mismo: "Te vas a cagar de frío". Si bien en los
primeros días me daba una idea de cuán crudo puede ser el inicio de la primavera berlinesa,
fue el día de hoy que el frío pegó con fuerza. Tras desayunar salí a la calle y estando
próximo a llegar al instituto empezó a llover. Claro que mi paraguas estaba prolijamente
guardado en la valija (lrpmqlp).
Una vez en clase me familiaricé un poco más con mis compañeros. Fue el turno de entablar relación
con Iván, proveniente de Rusia. Al verlo inmediatamente se me vino a la cabeza el personaje de Niko
Bellic, el protagonista del GTA4 (sí, también me gustan los fichines). Le pedí que me dijera cómo
se escribía mi nombre en el alfabeto cirílico y a continuación me hizo dibujar una serie de símbolos
ininteligibles que mañana prometo subir. También hubo tiempo para dialogar con mi compañero
coreano, cuyo apellido es Kwon, pero que se pronuncia algo parecido a "Juan". Así que de ahora
en más podremos darlo a conocer como Juancito.
Regresando al departamento me percaté de que si bien me encuentro a 11.881 kilómetros de
Buenos Aires (según lo indicado en la Torre de televisión), varias son las similitudes que tenemos
con el pueblo alemán. En primer, lugar creí que en Europa manejarían con prudencia y respeto
por el prójimo. Error. Los bocinazos son moneda corriente al igual que las malas maniobras. En resumen:
manejan como el culo.
En segundo lugar, volviendo de la clase me tomé el subte y al hacer la combinación el tren quedó detenido
en la estación Rosa Luxemburgo. El chofer ordenó a los pasajeros que debíamos bajar y aguardar
en el andén la llegada de la siguiente formación. ¿Dónde estoy? ¿Desde cuándo pasan estas cosas
en Alemania? ¿No es que aquí todo es perfecto y funciona?
Por último, el aeropuerto no funcionó el día martes porque había una huelga. ¿¿¿¿Una huelga????
¿Esto es joda no?
A ver... hacen huelgas, manejan mal, los subtes a veces no funcionan y les gusta tomar cerveza.
Me siento como en casa.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Buenos muchachos

I'm going off the rails
on a crazy train
(Crazy train-Ozzy Osbourne)

La noche anterior había tomado una sabia decisión: estaba muy cansado y no iba a hacer ninguna excursión a la mañan. En lugar de eso iba a dormir. Mi cuerpo lo precisaba, mi cabeza también. Abrí los ojos recién a las diez y media de la mañana y me preparé un contundente desayuno. Las mañanas berlinesas suelen ser frías por lo que es necesario prepararse bien para salir a la calle.
Dado que tenía algunas horas libres antes de entrar a clases decidí dar un paseo por una zona de la ciudad que no había visitado para comprar una entrada y, además, visitar la Iglesia Kaiser-Wilhelm que había sido destruída durante la Segunda Guerra Mundial (nada que ver con el Kaiser Passarella que destruye al club día a día). Sin embargo, esta vez me obligué a mí mismo a viajar en el transporte público alemán y arriesgarme a perderme.
Tras un largo rato observando el mapa llegué a la conclusión de que debía tomarme la línea U2, sí, la de Bono y The Edge, y bajarme en Wittenbergplatz. Además, viendo el mapa me percaté de que... ¡el edificio en el que me encuentro estaba en la zona soviética! Cuántos comunistas habrán dormido en mi habitación. En conclusión, pude llegar a destino sin sobresaltos y, un poquito más, sentirme un berlinés de pura cepa, algo que se dificultaba cada vez que me hablaban y me defendía con las primeras palabras que llegaban a mi cabeza.
Siendo las 13:15 fue momento de ir a mi segunda y cosmopolita clase. Al ya mencionado coreano, prometo que para mañana voy a poder reportar su nombre, hay que sumarles dos árabes, un ruso (cuyo diccionario alemán-ruso escrito en cirílico es impagable), un norteamericano y un canadiense, entre otros. Lo insólito se produjo cuando el ruso, por curiosidad, le preguntó a uno de los dos árabes cómo se escribía la palabra "taxi" en árabe. Esto hizo que el saudita dibujara la parte de abajo de una nube, le agregara una patita y dijera con cara de superado "Taxi". ¿Realmente es esto que estoy viendo real?
Terminada la clase, hubo tiempo para ir con mi nuevo amigo canadiense a dar una vuelta por el Muro de Berlín en la parte que tiene varios graffitties pintados. Les dejo uno de un disco que creo que alcanzó cierta repercusión.
Por último, un poco de humor político alemán (sin concurso de por medio).






martes, 27 de marzo de 2012

El primer día de clases

Es cortés y muy galante
Educado por demás
En su escala de valores
Lo primero es estudiar
(El Estudiante-Los Twist)

El primer día de clases siempre resulta ser algo especial. Es el fin de una rutina y el inicio de otra,
y la mia comenzaba a las 13:15. Pegado a mi computadora, Roy me miraba con cierto descontento
porque ayer no lo había sacado a pasear. Le pedí perdón y le prometí que hoy sí vendría conmigo.
Decidí preparar mi desayuno en el departamento en lugar de comprarlo afuera. Preparé el peor café con leche
de mi vida y lo salvé robándole un poco de canela al dueño de casa (je je, el crimen perfecto). Luego
guardé a Roy en la mochila y me dirigí hacia la Isla de los Museos.
Tras cerca de veinticinco minutos de caminata bajo un frío y nublado cielo berlinés llegué al lugar indicado.
La isla cuenta con cuatro o cinco museos, por lo que no iba a tener tiempo de visitarlos todos. Mi primera
opción fue el clásico Pergamon Museum en el que se exhiben piezas arquitectónicas y artísticas de la época
clásica además de un vasto muestrario de alfombras persas.
Luego llegó el turno del Neues Museum en el que pude apreciar un sinfín de objetos del antiguo egipto mientras
por dentro se me venía a la cabeza el disco Powerslave de Iron Maiden y la canción que da nombre a
ese disco, sí, también te educo musicalmente. Una vez afuera del recinto, Roy tuvo tiempo de jugar con
las estatuas y quedó flechado al ver por primera vez una mujer desnuda.

Terminado el tiempo de esparcimiento me apuré para llegar a clases. Como tenía hambre paré en el
pequeño negocio de un turco y me comí un Döner, una especie de burrito pero proveniente de Turquía.
Cuando el vendedor se enteró que yo venía de Argentina sólo una palabra salió de su boca: "Messi".
Reconozco que nunca me cayó bien Messi, más allá de que es el mejor jugador de todos los tiempos,
pero lo importante es que se ha convertido en una llave para abrir puertas en el mundo. Argentina=Messi.
Diego, estemmm... la tenés adentro.
Con el tiempo justo llegué a clases y ahí observé, con mucha sorpresa, que me habían asignado el
nivel B 1.2, es decir, un nivel superior al que me imaginaba o al que debía cursar. Imagino que la gente
que maneja el instituto sabe más de alemán que yo, pero me gustaría preguntarles con respeto:
¿están drogados?. Sí, por si se acuerdan, el coreano mencionado en la precedente historia está
en mi clase. Así, tras más de cuatro horas de alemán la clase llegó a su fin y pude regresar al
departamento. Roy permaneció durmiendo en mi mochila y me pidió que por favor no lo llevara
más a clases. Es una promesa mi querido amigo.

lunes, 26 de marzo de 2012

Otro ladrillo en la pared

Calles inteligentes
alemanas para armar
(Queso Ruso-Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)

Los Simpons han influido en mi vida. Con tiernos cinco años comencé a ver esa serie y no tengo duda alguna de que, en algún punto, me han formado. Por eso mismo, pensar que iba a estar viviendo en el departamento de un ignoto alemán me remitió automáticamente a ese capítulo en el que Bart viajaba a la campiña francesa y, lejos de encontrarse en un castillo francés, era sometido por dos campesinos que lo obligaban a trabajar día y noche cosechando uvas. Por fortuna nada de esto ocurrió y la habitación que recibí es inclusive más cómoda de lo que me esperaba. Caí rendido en la cama tras un largo viaje desde Madrid y una agitada travesía para llegar al edificio.
A las once de la mañana berlinesa abrí mis ojos y me puse en marcha. Le pregunté a Michael (mi ainfitrión) cómo debía llegar al Göthe Institut (podrían coparse y hacer algún canje por la publicidad) y me lo indicó en un mapa. Me encontraba a tan solo quince cuadras, que caminé al ritmo de Los Redondos. Mientras tanto pensaba, "¿habrá alguien más en Berlín escuchando al Indio? Debo ser el único.
Una vez allí el cronograma del día indicaba un examen de nivel. Setenta preguntas de multiple choice para determinar cuánto alemán sabía y a qué grado me iban a mandar. Examen jodidísimo. Debo haber quedado en mitad de tabla. Luego la parte oral, en la que me siento junto a un coreano. ¡Qué pequeño es el mundo! La chance de que en nuestras vidas nos hubiesemos cruzado ya de por sí era baja. De que nos cruzáramos en Berlín era mínima. Y ahí estábamos los dos, balbuceando palabras en alemán ante la examinadora.
Pasada la tortura decidí dar una vuelta y lo primero que emergía frente a mis ojos era la Torre de televisión. Tras media hora de contemplación de la ciudad, y once euros más pobre, continué mi travesía. Le pregunté a una amable señora cómo llegar a las Puertas de Brandeburgo, para mí el monumento más representativo de la ciudad y en el que más ganas tenía de tener una foto, y me respondió que era un tanto lejos, que debería caminar cerca de quince minutos. "Señora, de donde yo vengo eso no es nada", pensé más sólo atiné a decir "Iche laufe gern" (me gusta caminar). En el horizonte comencé a vislumbrar el imponente monumento y cierto amor y respeto por Berlín comenzó a recorrer mi cuerpo. Me sentía visitante por el idioma pero local por la belleza de la ciudad.
Hubo tiempo también para conocer el Reichstag por fuera, ya que para la excursión hace falta pedir turno y por lo tanto lo haré el viernes (debí haber escuchado a la señora en lugar de decirle que nadie le enseña a Gabriel). Minutos más tarde me dirigí a ver uno de los sectores del Muro de Berlín que aun sigue en pie, al Museo del Holocausto que se encuentra enfrente y por último al Check Point Charly. Allí se marca el punto fronterizo entre el berlín soviético y el occidental. Entre la barbarie y la civilización. Entre ellos y nosotros. Entre... perdón señor Juez, me dejé llevar, prometo que no volverá a pasar. Así, cansado y agotado, aunque muy feliz, me arrastré por cuarenta cuadras de nuevo a mi departamento en Berlín (¡qué bien se oye!).
Por último, para que este sitio sea la página de habla hispana más visitada del mundo he analizado dos posibilidades: o proveer pornografía o realizar un sorteo entre los lectores. Dado que estoy en tratativas con una productora triple X llamada "Trolas entangadas" voy a optar primero por el sorteo. El primero que sea capaz de explicar el chiste de esta fotografía se lleva un bonito llavero de Berlín. Para poder explicarlo hay que poseer una de las siguientes virtudes: o saber alemán, o saber filosofía o saber manejar el traductor de Google.

domingo, 25 de marzo de 2012

Tschüs Madrid, Hallo Berlin!

¿Qué voy a hacer, con tanto cielo para mí?
Voy a volar, yo soy un bicho de ciudad
(Bicho de ciudad- Los Piojos).

Cuando me encontraba en Buenos Aires y oía hablar de Madrid, automáticamente dos cosas se me venían a la cabeza. Primero Fabri, mi amigo que se fue a vivir a esa ciudad y segundo, sin lugar a dudas el Real Madrid. Ese club representa todo lo que me gusta de un equipo de fútbol: poderoso, ganador, ofensivo, protagonista en cualquier cancha. Claro que no voy a negar que lo puteé hasta el cansancio el día que se le ocurrió perder la Intercontinental justo contra los bosteros. Pero bueno, cicatrizó esa herida y hoy en día cuando de fútbol español se trata, siempre voy por el Madrid, lejos de subrime al exitista tren que va, lleno, para Barcelona.
Por este motivo, una cita obligada era sin dudas ir a conocer el Santiago Bernabeu. Siendo ya la una del mediodía, Fabri, Roy y yo partimos al estadio del club más ganador de España. Tras abonar la entrada, el tour comenzó con el acceso a las tribunas y luego un paseo por el salón de los trofeos, en el que quedó plasmado el aporte de futbolistas surgidos en River como Saviolita, Solari o Higuaín. ¿Los demás qué aportan? Ah, nada. Sí, soy de River. ¿Cuál hay?
Por último, tuvimos también el placer de sentarnos en el banco de suplentes, ese en el que Mourinho da show en cada partido. Sos bienvenido en Núñez cuando quieras.
Terminado el paseo madridista, fue hora de volver al departamento y tras un ligero almuerzo (en realidad nos clavamos varias porciones de pizza) salir para el aeropuerto. Ir a Berlín solo me hacía sentir como Martin Sheen cruzando el río Nan Dang sobre una barcaza obsoleta en Apocalipsis Now. ¿Cómo voy a llegar a destino una vez aterrizado? Si bien no se trataba de asesinar al Coronel Kurtz, el objetivo de llegar sanos y salvos a la dirección asignada parecía tener sus complicaciones. Aterrizo a las once y media pasadas en una fría Berlín. No sé qué tren debo tomar para salir del aeropuerto y allí un alemán me da las indicaciones necesarias y hasta me ayuda a comprar el boleto. Me lo mandó mi ángel de la guarda, no tengo dudas.
Sin embargo, aparece el primer problema: debo bajarme en una estación, tomarme un colectivo y combinar con otra línea ferroviaria. Gabi Gabi Gabi, huevo huevo huevo. No queda otra. El colectivo llega y le explico al chofer, mapa en mano, la complicada combinación que debo realizar. Me dice que suba y no me cobra boleto. La suerte corre a mi favor. Al llegar a la neuva estación no sé ni qué línea tengo que tomar ni dónde tomarla. Le rompo las pelotas al primer alemán que se me cruza y me dice que él va para el mismo lado, que lo siga y que me baje una estación después (otra vez el ángel, ya le debo dos). Finalmente, me bajo en la estación correcta y, taxi de por medio, llego a la tierra prometida. Wilkommen!

sábado, 24 de marzo de 2012

De parques, museos y caídos

Tras una agotadora llegada a Madrid, que me recibió con los brazos abiertos, el fixture de viaje marcaba dos jornadas más en la capital española y todo su abanico de variedades para ofrecer. Viernes por la mañana y es hora de conocer más en profundidad a esta ciudad. Un rápido desayuno y a la calle, junto a Fabri y al siempre popular Roy, a recorrer los secretos madrileños. Primero la Fuente de Cibeles, centro de festejos del Real, y a pocas cuadras de la Fuente de Neptuno, centro de festejos del Atlético (tiene algunas telarañas). Luego el parque del Retiro y sus innumerables estatuas de leones, mientras Roy se divierte jugando con los patos.
Cerca del mediodía es hora de cortar con la rutina. Almorzar un poco al paso y acompañar a Fabri a su universidad a resolver un trámite. Mientras resuelve esa situación, me encuentro solo en un campus de uan universidad española. ¿Qué hacer? ¿Con quién hablar? No importa, tengo mi mp3. Suena Metallica y todo está bien. Me pongo a ver un partido de fútbol universitario. Tiro libre al borde del área. Situación neta de gol. Hay expectativa. La tira al carajo. Dejo de ver el partido y me junto de nuevo con Fabri. Volvemos para Madrid. La gran y última cita de la tarde era el Museo del Prado. Diez años atrás había visto un desfile de museos en toda Italia, así que ingreso con interés pero sin demasiada expectativa de verme sorprendido. Todo lo dicho se va al tacho en apenas cinco minutos. Las Meninas de Velázquez, El Jardín de las delicias, pinturas de Goya, El Greco, Rafael, Rubens hacen que estar una hora y media en el museo sea un placer (visita mechada también con el recuerdo de incontables anécdotas de nuestra época del secundario). Por último cabe destacar un cuadro de un pintor llamado Guido Reni, nada que ver con Gino, ese simpático actor ítalo-argentino (ok, mi gusto cinematográfico apesta, lo sé).
El sábado, en cambio, la rutina tenía un objetivo muy marcado: el Valle de los Caídos, un mausoleo construído por Francisco Franco que conmemora a las víctimas de la Guerra Civil Española. Tras cuarenta minutos de viaje en tren y otros veinte en micro llegamos al lugar planeado a las cuatro de la tarde y el chofer del micro nos avisa simpáticamente: "A las cinco y media volvemos". La construcción es imponente, encastrada en una montaña en las afueras de Madrid. Tomando algo de valor entramos al mausoleo y nos ponemos cara a cara con la tumba de Francisco Franco (si no sabés quién es, agarrá con urgencia un libro de historia). La vibra es negativa. Siento una sensación extraña que me recorre el cuerpo. Le digo a Fabri "Esta es la vez más cerca que estoy frente a un dictador". Me responde "Mentira, el año pasado hablaste con Grondona". Sucede una larga charla sobre Don Julio, la AFA, las elecciones de AFA y el ránking de los mejores dictadores del Siglo XX. En mi lista puse: Hitler, Stalin, Kadhafi, Mao y Franco. Un delirio más antes de volver a su departamento.
Ah, está jugando River, me voy a ver al millonario.

jueves, 22 de marzo de 2012

Buenos Aires-San Pablo-Madrid: ¡hemos llegado!

Hice a mi cuerpo amigo del viento y la distancia
y me fui a buscarle una verdad a mi corazón
algo tan grande como el cielo y las montañas
y tan pequeño como una gota de rocío
(Hablando de la libertad-La Renga)

Miércoles de mañana en Buenos Aires. Valijas preparadas, pasajes en mano, saludos dados y recibidos. General Paz, Riccieri y en el fondo Ezeiza. Los pensamientos que pasan por mi cabeza y se multiplican a cada segundo. ¿Con qué me encontraré? Imposible saberlo sin primero vivirlo. Despedida familiar, abrazos, besos y "nos vemos en sesenta días".
Para matizar la espera es inevitable comprar un libro, dado que el avión recién parte a las 4 de la tarde y aun faltan casi dos horas. Finalmente el momento tan ansiado, ese que parecía tan lejano en el tiempo cuando comencé a planificar el viaje llega y comienza el embarque. Pocos minutos después me encuentro en mi asiento, pegado a la ventana, tal como me gusta. Dos horas y media más tarde el avión aterriza en San Pablo. Brasil, me siento visitante de verdad. Otra vez hay que pasar el equipaje de mano para su revisación pero esta vez en lugar de encontrarnos con los simpáticos operarios de Ezeiza se hace presente un brasileño de tez morena (INADI me envía una carta documento y promete analizar a fondo este artículo) que con cara de pocos amigos le ordena a los pasajeros que dejen sus pertenencias. Un señor dice que no puede pasar por tener marcapasos e inmediatamente dos guardias se ponen guantes de látex y lo conducen a un cuarto cerrado. "¡Es inocente! ¡Él no hizo nada!", pienso por dentro, pero es mejor guardar silencio.
Llega mi turno y el guardia me pregunta si tengo una computadora en mi pequeña valija negra. "Esta es mi oportunidad", analizo y puedo lanzar una frase en el portugués que aprendí oyendo durante meses a César, Guille y Arlenne. "Eu tenho um ordenador" (yo tengo una computadora). El equipaje pasa por el escanner y al cruzar yo los censores no hay ninguna señal de alerta. ¡En tu cara botón! Me imagino cantándole que Diego es más grande que Pelé y que Messi es argentino, pero es preferible seguir sin hacer comentario alguno. Total, quedan dos horas más de espera y es útil no ganar enemigos en tierras ajenas.
Nuevamente las puertas del avión se abren y vuelvo a acomodarme en mi asiento. Contra la ventana, como me gusta a mí. Grave error. Estirar las piernas para dormir fue una utopía. Para matar el tiempo y el aburrimiento recurrí a la cinematografía y pude ver tres joyas del séptimo arte: Hangover 2 (3 Gabitos), Pase libre (1 Gabito) y El Rey León (5 Gabitos). Tras once horas, Simba está en Madrid. ¡El rey ha vuelto!
Tras una breve espera de la valija (es muy tranquilizador ver que la misma llega a destino) cruzo la puerta y allí está esperándome Fabri. Otra vez juntos en Europa, como diez años atrás. Ahora nada puede salir mal. No es cierto. Mi intuición dura apenas cinco minutos. "Estemmm.. vas a tener que dormir conmigo. Después te explico", me confirma Fabri. Las cagadas que se manda él, estando en España, repercuten en mí, que vengo desde Argentina. El mundo está globalizado, no quedan dudas. Tras dejar las valijas en su departamento decidimos salir a dar una vuelta y recorrer largo y tendido las calles de Madrid.
No, no me olvidé de Roy. Mi querido amigo el gallo estaba muy cansado así que decidió quedarse leyendo el libro que me había comprado en Ezeiza.
Prometió que saldría con nosotros a partir de mañana.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Canto a la amistad intercontinental

Hay recuerdos que no voy a borrar
personas que no voy a olvidar
(Recuerdos que no voy a olvidar-Fito Paez)

¡Qué día de emociones fue ayer! Desde que me desperté hasta que me fui a dormir la jornada estuvo plagada de recuerdos imborrables, que calan hondo en el corazón de cualquier persona, y yo esta vez no fui ninguna excepción.
LLegué a mi último día de trabajo creyendo que se trataría de una fecha más, rutinaría. Sin embargo mi percepción estaba totalmente errada. Me acomodé en mi silla de siempre, prendí la notebook y ya de entrada nomás vi que tenía un mail de mi amigo Fabri, quien me sugirió el título de este artpiculo y que abajo podrán disfrutar.
A las 9, como marca mi dogma, prendí mi mp3 para escuchar a Mario, mi compañero de cada mañana y el responsable de producirme tantas risas, de esas desubicadas que retumbaban en toda la oficina. ¿De qué se ríe este enfermito? se preguntaron mis compañeros durante meses, hasta que luego se resignaron a aceptarme como soy.
Tres horas más tarde llegaría la primera de las emociones: mis compañeros y mis jefes se reunieron alrededor de mi escritorio. "Me vendrán a saludar", pensé yo. Pero no, entre todos me habían comprado un bonito regalo y me entregaron una aun más bonita tarjeta. ¡Cuánto cariño expresado en esos saludos! Casi que me hicieron lagrimear. ¿Por qué digo casi? Bueno sí, se me cayeron un par de lágrimas. Lo admito. Con orgullo.
Para cerrar el día me junté con la persona que más quiero en todo el mundo. VBB: ¡Gracias! (bueno, esta referencia va un tanto encriptada).
Ahora, siendo las 10 de la mañana sólo me queda ir a Ezeiza en unas poquitas horas. La próxima crónica ya vendrá desde tierras europeas.

Como Bonus Track, el aporte de Fabri:


Hace 10 años (no exactamente 10 años,
pero casi una década), unos 50 tipos (éramos más de 50 y no éramos solo tipos
sino que también había varias chicas) vinimos para acá, a ese pequeño,
chiquitito continente que rige todo. Europa, ¡la puta que te parió! (perdón),
es ese lugar que en nuestro tiempo se convirtió en la meca del viaje de
realización de todo joven nacido fuera de este continente, preferentemente en
América (ese “coso” gigante, separado físicamente del resto de los otros
continentes… como Oceanía, pero más grande). Conozco decenas y decenas de pibes
de mi edad (sí, todavía somos pibes) que se vinieron a dar una vuelta por acá
“para ver que onda”, “para conocer el mundo”, “para hacer una platita y
volver”, “para tener una experiencia” (eso generalmente los dicen los que
planearon su viaje con el objetivo puntual de ir a fumar porro legal a Ámsterdam),
etc.
Hace 10 años, esos 50 y pico dimos una
vuelta por Italia. Inolvidable, pero no alcanzó. Más de uno decidió volver a
conocer el resto, a concretar el viaje iniciático del que solo vimos la
puntita. Europa se convirtió en iceberg (en España lo pronuncian tal cual
I-CE-BERG, nada de “aisber”): solo vimos una mínima porción y anhelamos ver la
gran parte sumergida. Algunos lo logramos, otros no, otros lo lograrán. Algunos
vinieron y se fueron. Otros se quedaron. Otros volveremos (como en el ’86… no,
perdón como en el 2002).
Yo, que estoy acá, el jueves recibo a mi
hermano (al de verdad, no al de sangre). Después de 10 años no vamos a ser 50,
vamos a ser 2. Vamos a dar una vuelta por Madrid y probablemente por alguna
ciudad nórdica.
¿A qué quiero llegar con todo esto? Creo
que a ningún lado. Yo ya llegué y estoy acá. Afortunadamente pasado mañana
llega Gabi (y Roy… y espero que mi camperita de Argentina ‘78). Después de 10
años, el lugar sigue siendo mas o menos el mismo (unos 2.000 y pico de
kilómetros más para la izquierda, pero por ahí) y el vínculo más estrecho que
nunca.
L’amistá (así lo escribiría mi abuela que
casualmente hizo el viaje inverso, Europa / América y no América / Europa) es
la única droga saludable del mundo y estoy contento de gritar que soy un
adicto.
Gabi, hermano, alcahuete… ¡que bueno que
vengas para acá! Publicalo en tu blog… ¡pelotÚdo!

Abrazo fraternal,

Fabrizio J. Castro.

lunes, 19 de marzo de 2012

Gabito y Roy se van de viaje

Si llegaste hasta este blog o sos amigo mío, o yo te sugerí que lo visitaras o sos de mi familia. No importa, sea como sea seguramente vas a estar al tanto de que pateé el tablero y el cambio que quería para mi vida emergió en forma de viaje. Sí, por sesenta días ya no voy a estar en los lugares que suelo frecuentar ni en la ciudad de siempre sino que estaré recorriendo el Viejo Continente.
¿Qué me llevó a esta decisión? No lo sé, o tal vez sí y son muchas cosas para exponer en unas pocas líneas. Durante dos años tuve que ir de lunes a viernes a un trabajo que no me gustaba y en el que tampoco me sentía valorado (¿la misma historia de muchos argentinos, no?). Bueno, tal vez no sea el único, pero lo que me diferencia es que aprendí a no quedarme de brazos cruzados quejándome porque eso no resuelve nada. Así que tomé una decisión, contando también con el aliento y respaldo de muchos amigos que me dijeron que era le decisión correcta.
El itinerario está armado: primero Madrid (a la casa de mi amigo Fabri), luego a Berlín en donde estaré un mes estudiando ese idioma que aprendo desde hace dos años y de allí la gran aventura nórdica que incluye Dinamarca, Suecia, Noruega y también Inglaterra. Así que, si tenés tiempo y ganas, te invito a sumarte a este viaje, a conocer mis vivencias, a saber cómo estoy, a experimentar mis sensaciones a través de mi blog.
Ah, me olvidaba. Tal vez te estés preguntando ¿quién es Roy? ¿Por qué el blog meciona a un tal Roy? Bueno, Roy es mi compañero de viaje. Como te dije antes, tuve que trabajar dos años en algo que no me gustaba. Sin embargo, de ese lugar rescaté mucha gente de buen corazón y personas que se convirtieron en mis amigos. Uno de ellos, César, un día trajo un extraño muñeco de un gallo a la oficina con la promesa de que era un talismán mágico que espantaba las llamadas. Inexplicablemente el gallo cumplía día a día su cometido y se convirtió en la mascota de nuestro grupo. Unos días antes de que partiera, César me confirió una misión: llevarme a Roy a mi viaje. Fue así que supe que en el recorrido habría un segundo integrante, que aprovecho para presentar en sociedad.