sábado, 15 de septiembre de 2012

Es una noche de rock, no se la vaya a perder

All are gone, all but one.
No contest, nowhere to run.
No more left, only one.
This is it, this is the Countdown to Extinction.
(Countdown to extinction-Megadeth)



Todo comenzó en Berlín, allá por el lejano mes de abril. Leyendo noticias por internet me enteré de que Megadeth venía a la Argentina y que las entradas salían a la venta esa misma semana. “Carajo, me lo pierdo. ¿Cómo hago para comprar las entradas a doce mil kilómetros de distancia?”, exclamé con cierta nostalgia por perderme semejante recital. Pero todo tenía solución. Simple. Al alcance de la mano. Nada que Skype no pudiera resolver. “Amor, en septiembre toca Megadeth en Argentina, ¿querés ir?”, le pregunté a Victoria quien aceptó gustosa. “Comprá dos entradas entonces por favor”, le pedí y luego me corregí: “no, mejor comprá tres”. Allí estaba él, mi compañero, mi camarada, mi amigo en eurotierras. El gallo Roy me observaba con ternura y entendí que tenía que ser parte de la aventura. Sin embargo, no le dije nada hasta que volvimos a pisar suelo argentino para que no se distrajera durante el viaje. Recién en Buenos Aires me animé a tocar el tema.
-Roy, ¿alguna vez fuiste a un recital?- le pregunté cuando ya estábamos instalados de nuevo en casa.
-Sí, una vez papá César me llevó a ver a Pimpinella. Me dijo que era música un poco pesada para mí así que nunca más volví a ir a un concierto.
                   “Esto va a ser más bravo de lo que creía”, reflexioné. ¿Cómo hacerlo pasar de Pimpinella a Megadeth sin escalas? Una vez más debí tomar las riendas de la situación. “Roy, este señor se llama Dave Mustaine, es el cantante y guitarrista de Megadeth”, le dije mientras le mostraba un disco de la banda. “Quiero que empieces a escuchar esto, así vas a estar afilado para septiembre”, le encargué a modo de tarea. Cual Rocky entrenando en la Unión Soviética para enfrentarse al tenaz Iván Drago, Roy tomó el disco y le dio play tomándose así muy en serio su deber. Sus ojitos brillaron. Había descubierto algo nuevo. Desagradable, sucio, maligno, pesado, rápido y distorsionado. Pero le gustaba.
                La semana del recital llegó y la ansiedad de Roy lo desbordaba. No sabía con qué iba a encontrarse, por lo que intenté transmitirle de alguna manera qué implicaba ir a ver a la sinfónica del colorado en vivo. Vimos videos en Youtube, repasamos los grandes éxitos de la banda y hasta ensayamos el grito de guerra Megadeth, Megadeth aguante Megadeth, infaltable en cada show. Mi joven discípulo ya estaba preparado.
                Tras encontrar un (poco) económico garage donde dejar el auto lejos de trapitos y cerca del estadio, nos dirigimos los tres al Malvinas Argentinas. Gente con remeras negras por doquier, botellas de cerveza apiladas en los cordones, humo de hamburguesas y choris perfumando el ambiente. No cabe duda: esta noche hay metal. Y tenemos entradas para ser parte de él. Avanzamos hacia el cacheo y el hombre de seguridad pide que las mujeres circulen por la izquierda. Allí va la mujer del grupo, educadamente, por la izquierda. Roy y yo seguimos por la valla correspondiente. “Levantate la remera”, me pide el guardia y obedezco. Paso sin inconvenientes. No se percató de la UZI que llevo atada con cinta en el tobillo. Roy no tiene la misma suerte “Vos, levantate ese pullover”, exclama. “¿Qué pullover boludo, ¡son mis plumas!”, responde el gallo y debo intervenir para evitar que el altercado sea más grave.
                Una vez adentro, Roy percibe nuevamente el clima del recital: somos cientos, miles, que nos agolpamos tratando de llegar lo más cerca posible del escenario. De fondo suenan los cantitos de cancha adaptados a Megadeth, a quien le profesamos nuestra fidelidad y le decimos que es un sentimiento. Como condimento extra el día anterior había sido el cumpleaños de Mustaine y estaba en Argentina para festejarlo con nosotros, su público más fiel. Roy salta de la felicidad. Está contento, como cuando se enteró que iba a venir a Europa.
Las luces se apagan. Suenan los primeros acordes. Van a arrancar con Trust. Un temazo. Demoledor. Shawn Drover ocupa la batería. Aparece luego Chris Broderick (segunda guitarra). Tercero en salir a escena es Dave Ellefson, el histórico bajista. Por último llega el colorado. La leyenda del metal. El líder. El fundador. El amo y señor de las seis cuerdas.  Dave Mustaine y su guitarra Flying V blanca al hombro. Se gesta la primera ovación de la noche y la muchedumbre empieza a moverse. Lo pierdo. Mi gallo se aleja de mí. Se lo lleva la marea humana hacia adelante. Allá va él solito, a hacer un pogo asesino con cada tema. Es uno más de la cofradía metalera. Es bien recibido. Lleva mi remera de la banda, esa misma que me acompañó durante sesenta noches para dormir en el Viejo Continente.
                Casi dos horas más tarde, el show termina con Holy Wars. Antes no faltó la oportunidad de que Symphony of destruction nos detonara los oídos y que nosotros estropeáramos las gargantas para gritar “Aguante Megadeth” cual dementes. Me paro en puntas de pie pero no alcanzo a verlo. Apenas me percato de algún movimiento extraño en el público. Algo o alguien se está abriendo paso entre las personas. Ahí lo diviso. Es él. Mi gallo. Está golpeado. Camina con dificultad.
-¿Qué te pasó?- le preguntó preocupado.
-Me torcí una alita, me machuqué el pico y perdí cuatro ó cinco plumas cuando tocaron Shewolf.
-Vamos a tener que llevarte a una guardia.
-¡No! Estoy perfecto. No es nada. Gabito, yo no sabía que el metal era esto. Es impagable. Es mejor de lo que me podía imaginar. Vamos a comer algo, tanto agite me dio hambre. ¿Cuándo vamos a otro recital?
                Lo miré con orgullo. Roy había encontrado el camino. Ahora era parte de ese mundo que se llama ROCK.
 

domingo, 20 de mayo de 2012

El futuro llegó

El futuro llegó hace rato
todo un palo, ¡ya lo ves!
Veámoslo un poco con tus ojos...
¡El futuro ya llegó!
(Todo un palo-Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota).

Me estaba reservando la canción para una ocasión especial y ya no habrá otro momento para poder citar mi canción favorita del rock nacional. Pasaron dos meses, ocho semanas, sesenta días, ciudades, aeropuertos, aviones, trenes, pasajes, hostels, museos, estatuas, torres, reservas, amigos, compañeros de viaje, casas de cambio, cronogramas, mapas, subtes, colectivos, pintas, valijas, compras, souveniers, monedas, ¿puedo poner un etcétera o tengo que seguir enumerando? Etcétera.
En fin, se entendió, pasaron muchas anécdotas, historias y momentos. Todo en tan poco tiempo. Lo que en un momento parecía tan lejano y distante ha llegado. En horas más estaremos yendo al aeropuerto de Barajas a emprender el regreso a casa.
Gracias a todos los que visitaron este blog, a los que comentaron, a los que se divirtieron, a los que se aburrieron, a los que me putearon e inclusive a quienes les fue indiferente.
Nos leeremos en algún otro viaje en el que Roy vuelva a ser mi compañero de aventura. Hasta el futuro.
Ah, el futuro llegó.


sábado, 19 de mayo de 2012

El final es en donde partí

Y en que lugar, habrá consuelo para mi locura,
esta ironía con qué se cura
si el final es en donde partí

(El final es en donde partí-La Renga).

Cuando el avión aterrizó en Barajas, tras carretear una hora por la pista del enorme aeropuerto madrileño, llegué al Viejo Continente sabiendo que tendría a mi disposición sesenta noches para recorrer, conocer, estudiar y enriquecerme (culturalmente, claro está). De esas sesenta iniciales apenas queda una en territorio europeo y será precisamente en el lugar en el que pasé la primera (la de mañana será seguramente en aguas internacionales o algún otro destino difuso).
En el último día íntegro en Europa recorrimos las calles de Madrid con rumbo al Museo Santa Sofía, a disfrutar del Guernica de Picasso y otras pinturas de autores como Dalí. Era una más que digna despedida de estas tierras. 
En el camino pasamos por el barrio de las letras, en donde está enterrado Cervantes (sí, me leí los dos libros del Quijote). En el camino pude decirlea Fabri cómo me tenía ya Madrid, algo que pueden apreciar en esta fotografía.
En el museo cumplimos con la consigna de la última visita cultural del viaje. En cuatro pisos disfrutamos de cuadros de los pintores más renombrados de España y alguna películas de cine español, empezando por el ya clásico "Un perro andaluz".
Sin embargo, el hecho sobresaliente de la visita ocurrió al final, cuando casi por curiosidad entramos en el shop del museo. Abriendo un libro al azar, Fabri dio con mi compañero de viaje, que en estos últimos días prefirió quedarse en la mochila y descansar para el regreso a casa. Ahí estaba, el gallo Roy junto a sus amigos. Es siempre importante conocer el origen de uno, el de Roy lo encontramos. Sobre el final del viaje, pero lo encontramos. Bueno, después de todo, el final es en donde partí.

viernes, 18 de mayo de 2012

Nada para hacer

Vengo rockeando, desde hace tiempo
soñando siempre una canción para animarte
y darte aliento
la melodía quiere llevar
lo bueno y lindo de estar contento
(Toro y pampa-Almafuerte).

No recordaba cómo era seguir durmiendo, simplemente abrir los ojos, girar para el otro lado y continuar en la cama, sin obligaciones ni nada en qué preocuparse. Eso fue lo que hice a la mañana: seguir durmiendo y recuperar las horas de sueño que no fue posible disfrutar ni en Londres ni en Barcelona. Recién cerca del mediodía nos preguntamos con mi amigo/anfitrión qué hacer. Debatimos un largo rato y tomamos la decisión: ir a comer. Después de todo, ya había estado al principio del viaje en Madrid y no quedaba mucho más por conocer, de modo que un almuerzo se veía una opción tentadora.
Antes de partir recordé que necesitaba pasar por una casa de cambio para convertir en euros esas coronas noruegas y libras esterlinas que aun habían quedado dando vueltas en mi billetera. Con satisfacción caminamos hacia el banco más cercano. Con decepción vimos que estaba cerrado. Bueno, espero que en Buenos Aires las coronas noruegas comiencen a ser moneda de cambio.
Tras el almuerzo, Fabri me dijo que sería una buena idea conocer el Templo de Debod, una pequeña capilla obsequiada a España por el gobierno de Egipto, para lo cual me sugirió que pasáramos a buscar la cámara de fotos. Pasados veinte minutos de caminata nos encontrábamos frente al templo. "¿No ibamos a ir a buscar mi cámara primero?", pregunté. "Ehhh.... mmmm..... no", respondió dubitativamente. Les debo las fotos, pueden buscarlas en Google.
Por la tarde, en cambio, fuimos a dar una vuelta por el Vicente Calderón, estadio del Atlético Madrid. Subte de por medio llegamos a la cancha del eterno segundo de la ciudad (aunque vale destacar que la semana pasada ganó la Europa League). Por primera vez en lo que va del viaje pude estrenar los anteojos de sol, fue el punto más destacable del recorrido. Aunque también vale la pena destacar, como elemento de color, que debajo de una de las tribunas pasa una autopista. ¿Qué clase de cancha es? Ah, claro, de los que nunca ganan nada. Regresamos al departamento ya para ir a cenar. La anteúltima...

jueves, 17 de mayo de 2012

Y la vuelta vamos a dar

Volvió a Madrid, donde parece que es feliz
ese día me mandó al descenso,
recuerdo cómo su mirada me volteó
(La hija del feltero-Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota).

Volvió a Madrid donde parece que es feliz, decía el Indio en ese clásico de Los Redondos. Tal vez la felicidad la haya encontrado en el Escandinavia o en Berlín, después de todo vinimos para aprender alemán y eso hicimos, pero el cronograma marcaba sí o sí un regreso a la capital española. Claro que para llegar allí, primero hubo que realizar un largo viaje en micro desde Barcelona.
Pasadas las ocho y media, me levanté, había pasado la última noche europea en hostel, de aquí en más la calidad de vida debería mejorar sensiblemente. Atrás quedaron Berlín, Munich, Hamburgo, Copenhague, Malmö, Gothebrugo, Estocolmo, Oslo, Londres y ahora también se sumaba a la lista Barcelona. Hora de regresar a Madrid: para ello tomo el subte, combino en estación Plaça de Saints y de ahí con la línea L1 hasta Arco de Triunfo. El micro llega puntual, a las diez y media. Son ocho horas de viaje hasta Madrid. A mi lado se sienta una monja y el chofer clava la radio en una emisora española de pop. Si esto no es el infierno debe ser una versión muy parecida.
EL micro realiza una parada en Zaragoza en donde la monja y algunos otros pasajeros, ayuda de por medio, descienden. A partir de allí son solo cuatro horas más para, pasadas las dieciocho treinta, arribar a la estación de micros madrileña. Allí está Fabri para recibirme y darnos un nuevo abrazo como en Oslo hace ocho días. Otra vez en su departamento. Estamos de vuelta. Roy, agotado, se queda en la mochila, no tiene ganas de salir a pasear.
En realidad yo tampoco, simplemente salimos para tomar un café y luego ir a cenar comida típica de España: montaditos, la versión española del smØrebrØd (¿cómo, ya te olvidaste lo que comí en Dinamarca?). Bueno, son pequeños sandwichs de sabores variados que, acompañados con una buena jarra de cerveza componen una suculenta cena, parecido a lo que había almorzado en Copenhague mirando el río. ¿Que atrás que queda eso, no? Bueno, nos ponemos contentos con lo que nos ofrece Madrid, después de todo, aunque el gobierno no quiera, algún día se puede volver al Paraíso.

miércoles, 16 de mayo de 2012

El lugar menos pensado

Si diez años después te vuelvo a encontrar en algún lugar,
no te olvide que soy distinto de aquél pero casi igual
(Diez años después-Los Rodríguez).

No fueron diez años después, tan solo tres, en definitiva bastante tiempo. Me encontraba cuatro años atrás en un trabajo aburrido y poco interesante (no, no es el que están pensando, es otro) en el Consulado de Italia en Buenos Aires. Allí realizando rutinarias tareas de oficina conocím entre otras personas, a Ariel, un muchacho de Zona Norte que llegaba a trabajar con zapatillas y remera en contraposición a la "seriedad" del lugar. Nos habíamos despedido allá por el 2009 con la promesa, no concretada, de juntarnos algún día. El tiempo pasó y quiso el destino que el reencuentro se produjera, contra todos los pronósticos, en Barcelona, en donde él vive hace casi un año. El reencuentro ni siquiera estaba planificado al iniciar el viaje, dado que el paso por Barcelona no era parte del recorrido.
Volver a ver a un amigo un año más tarde deja de generar incertidumbre. ¿Cómo estará? ¿Le estará yendo bien? ¿Se habrá adaptado a otro país? Y ahí llegó. Skate en mano, las zapatillas de siempre, remera y jeans. Tal cual lo recordaba. Nos saludamos con un abrazo y no pude evitar decirle que realmente lo veía bien. "Allá no vuelvo más, acá estoy muy contento", así de tajante me respondió y luego me dio detalles de su nueva vida en España. Ya era pasado el mediodía y nos guió a mí y al salteño a la playa. Nos sacamos una foto para testimoniar el encuentro, que finalmente se produjo aun contra todos los pronósticos, y nos volvimos a despedir. "Bueno Gabi, la próxima vez nos vemos en, no sé, Tokio, ¿te parece bien?", me preguntó. Ningún problema, Tokio parece ser un buen destino, después de todo es el Más Allá de otra parte del mundo.
Esos fueron los últimos lugares recorridos en Barcelona, inclusive hubo tiempo para poder desafiar al viento y mojar los pies en el Mediterráneo. Ya no quedaba más nada por hacer en esta ciudad. Por la mañana con el salteño habíamos recorrido Montjuic, la zona sur de la ciudad en la que se encuentra el Estadio Olímpico, el Castillo de Montjuic y varios museos. Está bien, lo admito, no entramos a ninguno. A cada uno que llegábamos nos mirábamos las caras, hacíamos silencio y esperábamos que el otro encontrara una buena razón para no entrar. Con más de cincuenta días viajando de aquí para allá encontrar un motivo válido para no pasar dos horas dentro de un museo me resultaba fácil. Lo que me resultó imposible, en cambio, fue resistirme a sacarme una foto con los cañones antiaéreos colocados en el castillo. Sé que me veo muy bien.

martes, 15 de mayo de 2012

Por esas calles de Barcelona

Barcelona! Suenan las campanas
Barcelona! Abre tus puerras al mundo
If God is willing, if God is willing, if God is willing
Friends until the end
(Barcelona-Queen).

Cuando en Argentina se hace referencia a Barcelona surgen los nombres de Messi y Serrat (¡qué pelotazo!). Seguramente Messi debe estar en el boca en boca de la ciudad, al menos está en cientos de camisetas cada día, pero quien por suerte debe desplazar a Serrat del segundo puesto es Gaudí. Ayer fue el Parc Güell, hoy fue el turno de ir a conocer La Sagrada Familia, su obra más famosa. Cerca de las once de la mañana nos juntamos con el salteño en la zona de La Rambla para dar inicio a la excursión gaudiana: primero el Palacio Güell, luego La Pedrera y por último, ya pasado el mediodía llegamos al punto final del recorrido.
Escuchar acento argentino en Escandinavia era realmente complicado. No lo encontramos en Gotheburgo, tampoco en Estocolmo y en Noruega estaba únicamente el de Fabri. En Barcelona encontrar un argentino ya no es una odisea y así fue cómo nos cruzamos con Matías, santafesino, y nuevo integrante de este grupo de personas que nunca se hubieran conocido en suelo nacional pero que sí lo hacen a miles de kilómetros. ¿Raro, no?
La Sagrada Familia comenzó a construirse en 1882 y es una monumental Iglesia emplazada en el centro geográfico de Barcelona. En el exterior, las varias columnas cuentan la historia de Jesús y el interior está poblado por varias columnas que sostienen toda la estructura. Dado que mis dos nuevos compañeros de viaje son ingenieros, pasamos un rato largo debatiendo materiales de las columnas, pesos de las mismas y tensión soportada por cada una. Un interesante debate, sin dudas. Si no podés visitar la Sagrada Familia en los próximos años te tengo una buena noticia: aun está en construcción y no va a estar lista en por lo menos diez año más. Así que tenés tiempo de ahorrar los euros necesarios.
Ya por la tarde el recorrido marcaba el barrio gótico, una histórica zona del sur barcelonés, caracterizado por calles angostas, pasajes pequeños, antiguos ladrillos y muchas Iglesias. Muchas de verdad eh. ¡Muchas! Esas calles me hicieron recordar al Assassin's Creed, un juego de X-Box 360 que por ahora tengo inconcluso en el que Altair, el protagonista, camina por tenebrosas calles medievales matando personas sin llamar la atención. Me pregunto cómo será caminar de noche por esas calles con una capucha.

lunes, 14 de mayo de 2012

Acento catalán

Here I go again on my own
goin' down the only road I ever known.
like a drifter I was born to walk alone
and I've made up my mind, I ain't wasting no more time
(Here I go-Whitesnake).

Tal como marca el cronograma, abandonamos Londres (con varios sitios de interés que no hubo tiempo de visitar) para ir a Munich, la última parada antes de tomar el avión de regreso a casa. Un momento, ya estuvimos ahí. Fue en Semana Santa, como cuarenta crónicas atrás. ¿Te acordás, no? Ya realizado el viaje a la ciudad bávara hubo que cambiar de planes y entre las opciones barajadas prevaleció Barcelona.
Estando en Berlín instalé el software de alemán en mi cerebro y lo usé en toda su capacidad durante un mes. Luego debí zipearlo para poder hacer un upgrade del programa de inglés y manejarme en el Más Allá. Ahora era volver a hablar en castellano. En realidad, tampoco hablan castellano, sino catalán, una mezcla de español, portugués y algo de francés. De todos modos es inevitable ver que estamos más cerca de la Argentina que antes. Sobre todo cuando circulamos por una avenida que se llama precisamente República Argentina y hay un busto de San Martín. Atrás, a lo lejos, quedó el Más Allá. Ahora estamos casi a la vuelta de casa. A doce horas de avión, es cierto, pero casi a la vuelta.
Junto a mí y a Roy esta vez está el salteño que conocimos en Londres, que casualmente también venía para estos lares y casualmente también está en un hostel cercano. Con tantas casualidades pasó a buscarme y fuimos a dar una vuelta. Primero me lleva a la cancha del Barcelona. No puedo traicionarme a mí mismo. Le digo que si quiere hacer el tour, yo lo espero afuera, allí no entro.
Luego de averiguar los precios y horario, vamos para el Parc Güell, un gran parque público con construcciones diseñadas por el gato Gaudí. ¿Ah, no le dicen el gato? Bueno, no importa. Lo cierto es que entre subidas, escaleras, rampas, vistas panorámicas de la ciudad está la casa museo del famoso arquitecto. El salteño, Joaquín, me sugiere que entremos. Estoy hablando con un ingeniero nuclear. Debe tener data precisa, siempre. Pagamos los 5 euros y medio y nos encontramos con una discreta casa, un par de ambientes, muebles poco llamativos, una cama pequeña y poco más para destacar. No fue la decisión más inteligente.
Ya cansados volvemos en subte (por algún motivo que no entiendo, los cordobeses y el salteño le dicen "el metro") al hostel. Es el primer día barcelonés. Todavía queda mucho por conocer. ¿Fuerzas? El resto nomás.

domingo, 13 de mayo de 2012

Los culiaos de Londres

I close my eyes and think of home
Another city goes by in the night
Ain't it funny how it is
You never miss it 'til it's gone away
(Wasted years-Iron Maiden).

Con mis amigos cordobeses habíamos planificado que el día comenzaría con un saludable y entretenido recorrido  en bicicleta por el centro londinense. A las diez AM nos juntamos en el hostel de ellos (el mío apesta, para ser sinceros) listos para emprender una divertida excursión. Por supuesto que nada saldría como estaba pautado y, habiendo menos bicicletas de las requeridas, el tour ciclista debió posponerse para otro día. Mapa en mano marcamos nuestra primera cruz: vamos para un lugar llamado Notting Hill, un coqueto barrio que se popularizó porque Hugh Grant se levantó a Julia Roberts vendiendo libros. Además de caminar por el barrio, pudimos apreciar la zona de las embajadas y ver varios Porsche, Aston Martin y Ferrari. Sin duda alguna, viviríamos allí. El barrio nos sienta bien.
Tras el religioso almuerzo de cada mediodía, nuevamente vimos el mapa y el destino elegido fue speaker's corner, el rincón en donde cualquier ciudadano puede subirse a una tarima y decir absolutamente lo que piense sin ningún peligro a represalias, censura o arresto. Los oradores deben estar sí o sí subidos a una tarima dado que, según las leyes inglesas, si criticase a la Reina estando parado en suelo británico, estaría cometiendo un delito y podría ser arrestado. Grata sorpresa nos llevamos al ver a un pelado parado en una escalera criticando al establishment, la Reina, el capitalismo, Estados Unidos, Bush y cuanto nombre le viniera a la cabeza. "A qué no te animás a preguntarle qué opina de Malvinas", me desafía Rodrigo. A mi juego me llamaron. Para dejar bien parados a los porteños, con educación y cortesía me dirijo al pelado verborrágico para saber cuál era su parecer sobre el conflicto angloargentino. "Bueno, las Malvinas (en realidad las llamó Falklands) deberían ser argentina, pero como los habitantes de las islas votaron en un 90% que quieren ser ingleses, lo siento, eso no va a cambiar", fue el resumen de la respuesta con acento británico.
Por la tarde, casi finalizando el día hubo tiempo para recorrer la zona financiera de Londres y para que Joaquín casi fuera picoteado por un cisne. Sí, sé que se escucha insólito, pero así ocurrió. Ah, por supuesto que también hubo tiempo para ir a un bar, a tomar una pintas y coincidir en "qué rápido pasa el tiempo, culiao, llegué a Londres hace cinco días y en unas horas ya me tengo que ir".
En veintiseis años ha habido gente que se ha comportado muy bien conmigo y otra que no lo ha hecho de la misma manera. Pasar cuatro días con tres cordobeses (Agustín, Joaquín y Rodrigo) que no conocia y que me incorporen a su grupo y me hagan sentir parte del mismo, como si fuera uno más, los ubica sin lugar a dudas entre los primeros. Y por eso brindamos. Por esas extrañas e impensadas amistades que se forman tan lejos de casa. Por esas charlas inverosímiles que tienen lugar a tantos kilómetros de nuestro lugar de origen y en las que, esta noche, algo hemos creado. Nos vemos pronto en Londres, Madrid, Buenos Aires o Córdoba. Córdoba, por supuesto, allí nos vemos seguro.

sábado, 12 de mayo de 2012

Donde nació La Bestia

Oh well, wherever, wherever you are
Iron Maiden's gonna get you, no matter how far
see the blood flow watching it shed up above my head
Iron Maiden wants you for dead
(Iron Maiden-Iron Maiden).

En nuestro cuarto día en Londres fuimos a tres museos y al bar en donde tocó por primera vez Iron Maiden. ¿Qué querés que te cuente? Si te estás preguntando por cómo fue la experiencia en el museo de ciencia o en el de historia natural es que evidentemente no entendiste nada o no me conocés en lo más mínimo. ¿Cómo llegaste a este blog?
El Cart & Horses queda en la zona tres de Londres, alejado de los puntos de interés turísticos. Aquí no hay Big Ben, ni Palacio de Buckingham, ni Abadía de Weinstminster ni cambios de guardia. Está en un barrio trabajador inglés en donde no conviene dejarle la cámara a alguien para que nos saque una foto. Pero ser diferente implica ir hasta allá, conducidos por el amor incondicional a Maiden, y dejar atrás las clásicas postales londinenses. Después de todo, si querés una crónica de los lugares tradicionales de Londres debés tener cientos de páginas que dicen siempre lo mismo. Para llegar a Stratford hay que combinar dos subtes y preguntar a algún muchacho de la zona dónde queda la calle Maryland. Por primera vez en el viaje me calzo la remera de Maiden, esa que me acompañó a tantos recitales y que, en tierras europeas, merece un estreno a la altura. El viaje, desde el centro, tarda cerca de media hora. Pero allí estamos, en los barrios bajos, en los suburbios, allí dónde alguna vez un joven Steve Harris dio el puntapié a su carrera.
Tras caminar varias cuadras el cartel reluce ante mis ojos: Cart & Horses, birthplace of Iron Maiden. Hemos llegado. Si había un lugar que debía conocer en Londres allí estaba. Sin palacios, sin lujos, sin ostentación. Un simple bar: barra al fondo, mesa de pool en el centro, algunas mesas y un modesto escenario donde, allá por 1977, el chiquilín Harris se subió colgando su bajo para que naciera Iron Maiden, la Doncella de Hierro. Por esa época, los productores musicales le decían que con su música no llegaría nada, que se cortara el pelo y que hiciera punk. Me río de Janeiro. Y de los boludos mucho más. Habrá pensado Harris. Gracias por seguir tu sueño, por ir adelante, por hacer oídos sordos a palabras necias, por no bajar los brazos. Gracias por Maiden.
Un rincón del lugar está totalmente dedicado a la banda. Afiches, posters y banderas lo decoran para dejar asentado que allí nació, que allí comenzó la historia. Sin multitudes, sin contratos multimillonarios, sin compañías discográficas, sin sponsors, sin giras mundiales, sólo unos jóvenes que querían tocar y trascender.
 Luego de degustar algunas pintas en esa mesa y contemplar la decoración maideniana, el dueño me dice que me acerque a la barra y me entrega algunas tarjetas. Es mi oportunidad: "Este lugar debería ser un museo, aquí nació Maiden", le expreso con total sinceridad. "Sí, sin duda alguna debería serlo", me responde tal vez incrédulo de que alguien que viene de tan lejos sienta tanta pasión por una banda británica. No es sólo una banda británica, es Iron Maiden. ¡Gracias Maiden por ser tan grande! Vos sí que te merecés un museo.

viernes, 11 de mayo de 2012

Un mucho de Egipto en Londres


Into the Abyss I'll fall - the eye of Horus
Into the eyes of the night - watching me go
Green is the cat's eye that glows -
In this Temple
Enter the risen Osiris - risen again
(Powerslave-Iron Maiden).

Nada mejor que iniciar el día con un buen, abundante y nutritivo desayuno. Lástima que el del hostel sea tan escaso y mezquino. Salteado ese inconveniente iniciamos el tercer día en Londres yendo a buscar al resto del grupo que para a tan solo siete cuadras de nuestra posición. Sí, el acento argentino en el exterior cotiza. En este caso, acento cordobés.
Como si se tratase de la planificación de una batalla, extendemos el mapa de la ciudad sobre la mesa y comenzamos a marcar cruces en varias zonas como si estuviésemos planificando un ataque a la ciudad. El elegido: el British Museum, el gran highlight de la ciudad. El museo que justifica el apodo de "piratas" a los ingleses. Después de todo, el ochenta por ciento de los que allí se exhibe perteneció a otras civilizaciones: egipcios, griegos, asirios, babilonios, chinos y demás. ¿Cómo deberían sentirse los egipcios al ver sus monumentos y obras más preciadas mostradas en un museo londinense? Para hacer una reparación histórica, me saco una foto con la Piedra Roseta, el documento tallado en piedra que permitió comprender la escritura jeroglífica. De todos modos, me surge una pregunta con la que abro el debate de manera pública: ¿cómo hacen en el Siglo XIX para ir a Egipto, llevarse estatuas que pesan toneladas, trasladarlas, moverla a Londres en barco y colocarlas en un museo sin que se rompa nada? Algún mérito hay en todo eso.
Tras más de dos horas de recorrido por entre estatuas, momias, pinturas y demás, salimos del Museo Británico. Con el paso de los días los museos no generan el mismo impacto que en las primeras ocasiones. Para despertar un gesto de asombro nos volvemos cada vez más exigentes y pedimos más a cambio de menos. Bueno, el British Museum es gratuito y nos ofrece varios atractivos de la hsitoria universal. Vale la pena.
Luego de un rápido almuerzo fuimos al segundo punto del día: el Tower Bridge. En el camino, mientras contemplamos un castillo inglés, saco a Roy de la mochila y les cuento la historia mi gallo y compañero de viaje. "Este porteño culeao está loco", es lo que deben pensar. Tal vez tengan razón. Seguramente la tienen. Pero al oir mi historia no sólo se compenetran con ella, sino que toman en sus manos a Roy y se ponen a jugar con él. "¡Qué grande Roy!", exclama Joaquín mientras se pelea con Agustín por ver quién juega con él primero. Roy hace sus primeros amigos en el Viejo Continente. Luego le quieren dar fernet y hacerlo hincha de Belgrano. Eso no va a pasar.

jueves, 10 de mayo de 2012

Fish and chips cordobeses

No more tears
no more tears
if we live for a hundred years
amigos no more tears
(Como estais amigos-Iron Maiden)

"No te podés ir de Londres sin comer fish and chips". Fue la frase que escuché una y otra vez antes de partir y bueno, era necesario probar la tradicional comida inglesa. Me senté en un restaurant en mi primera noche londinense con la idea de degustar el plato tradicional. Lo pedí y me dijeron que tardaría unos minutos. No hay problema, todo sea por probar un bocado de Inglaterra. Aguardé y ahí llegó. El mozo sirvió el plato en mi mesa. Ahí estaba, frente a mí, una porión de fish and chips... Che, acá hay un error. ¡Es un filet de merluza con papas fritas! ¿Estos son los famosos fish and chips? Fui víctima del marketing gastronómico, no cabe alguna duda.
Para recuperarme de ese engaño fui al tour por las calles londinenses y ahí pude comprobar un poco de las maravillas que todos aquellos que han venido a esta ciudad suelen indicarme: el Palacio de Buckingham, el cambio de guardia (en realidad ya estaba panzón de cambios de guardia porque los pude disfrutar en Dinamarca, Suecia y Noruega), la estatua del Almirante Nelson (y su mítica historia), la Abadía de Weinsmiter y el Big Ben. Una mañana agitada y movida, de acá para allá conociendo la historia de Londres. Nada mal para un primer día.
Claro que la historia tiene un condimento extra. En el grupo del tour, Roy y yo nos hicimos amigos de cuatro cordobeses (en realidad tres cordobeses y un salteño). Nuestros nuevos amigos en la capital británica. Claro que al informarnos mutuamente de qué club era hincha cada uno la fortuna no corrió a mi favor y dos de ellos eran de Belgrano. Gracias a Aguilar, Passarella y compañía me convertí en la burla de ellos durante toda la jornada londinense. Sí, no faltó tiempo de recordar el gol de Farré, el del Picante Pereyra o la insólita inclusión de Mauro Díaz y Funes Mori en el partido de ida.
Con ellos también fuimos a la Galería Nacional. El inconveniente fue que más de la mitad de las salas estaba cerrada por una huelga que se produce hoy en Inglaterra. En Suecia no pasaba, pero en Argentina sí.Haciendo cálculos, entonces, Inglaterra se encuentra en algún lugar entre Argentina y Suecia.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Este lugar me es familiar

Westward the tide
westward we sail on.
Westward the tide
sail by the talisman
(The Talisman-Iron Maiden).

Cada vez que le comenté a alguien que iba a ir a Londres la primera opinión siempre fue unánime: "Londres es carísimo". Tras quince días recorriendo los países nórdicos, la palabra "carísimo" ya tiene una nueva dimensión para mí. No, Londres no es carísimo, a menos que estén usando el significado italiano que implicaría que Londres es queridísimo. Llegar al hostel a las cuatro de la tarde, cansado, arrastrando pesadas valijas por estaciones de trenes y subte, habiendo dejado atrás una Oslo que resultó menos atractiva de lo esperado y habiéndome despedido de Fabri (no se alarmen, en ocho días nos vemos las caras de nuevo) hace que el criterio para juzgar una ciudad no sea el más apropiado ni imparcial.
Al entrar en la habitación, sólo dos personas había en su interior. Saludo de cortesía con el primero y cuando me escucha de dónde ya no hay un grito emocionado de "Messi" sino más bien: "Nosotros les decimos Falklands, ¿ustedes cómo las llaman?". Por favor, Señora Presidenta, me voy a dirigir a Usted por primera y única vez en todo mi blog, casi como un ruego le pido que no se le ocurra entrar en guerra con Inglaterra, al menos en estos cinco días. Acá puedo ser visitante en serio.
Tras descansar unos minutos y terminar de acomodarme, decidí salir a dar una vuelta al menos para hacer un reconocimiento de zona. Le pedí indicaciones al encargado del hostel y, mapa en mano y mochila en las espaldas, salí a explorar una nueva ciudad, un nuevo país, un nuevo mundo. Inglaterra es un mundo distinto, también, a su manera. Para empezar utiliza un huso horario distinto, por lo que fue necesario ajustar el reloj. No tiene euros (por suerte tampoco coronas de ningpun tipo) sino libras esterlinas. Los autos tienen el volante a la derecha. Usan un sistema métrico diferente (e indescifrable).
Sí, somos distintos a los ingleses. O los ingleses son distintos al resto de la humanidad. Pero, de todos modos, cruzar al puente por sobre el Támesis y en el horizonte cercano observar el Big Ben y el Parlamento es ver en directo la postal que tantas veces vi en películas, fotos o novelas. Ahí están, entregados a mi vista los edificios más representativos de la ciudad. A la derecha la rueda del London Eye, que regala uan vista panorámica de la ciudad. En realidad yo lo recuerdo por ese capítulo de Los Simpson en el que la familia entera viaja a Inglaterra. Por eso, no es tan extraño caminar por acá. En definitiva todos hemos consumido algo de Inglaterra en nuestras vidas: el idioma, ropa, literatura, cine o música. Ah, hablando de música, ya que mi banda favorita, Iron Maiden, es de Londres, en una decisión democrática vamos ahomenajearla como se debe y todos los días dedicarle una canción. Bueno, después de todo es mi blog.

Oslo: lo que no se vio

Esta vez, por fin, la prisión te va a gustar,
el reo semental se va a licuar esta prisión
(Barbazul vs. el amor letal-Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota).

Caminábamos una noche de regreso a nuestro hotel hostelero luego de una abundante cena en un puestito de kebab. Veníamos charlando en la oscuridad de las trivialidades de siempre. Bueno, está bien, veníamos riéndonos de Sanka inventando chistes de dudoso gusto. Atravesando la placita por la que ya habíamos pasado por lo menos cuatro veces escuchamos un grito, luego otro y luego otro más. Levantámos nuestras cabezas casi de manera sincronizada y por primera vez prestamos atención al monstruoso edificio amarillo que teníamos a nuestra derecha.
-¡Man, es una cárcel!, exclamó Fabri apuntando con su índice al edificio.
Barrotes en las ventanas, alambre de púa, un estacionamiento al lado con decenas de móviles policiales, cámaras de seguridad en lo alto, una entrada absolutamente custodiada. Sí, no había dudas: paramos tres noches a cinco cuadras de la cárcel de la ciudad. ¿Cómo no nos dimos cuenta antes? Claro, tal vez el hecho de que haya una placita con juegos para niños absolutamente pegada a la cárcel no nos haya hecho percatarnos.Tras un breve debate decidimos no ir a visitarla al día siguiente, era conveniente minimizar riesgos. Claro que nada nos iba a impedir tener la foto que justificara y que demostrara que, efectivamente, vivimos pegados al penal.
Por último, como buenos y estereotipados turistas, no pudimos escaparnos a la tentación de la foto estúpida y trillada en El Grito, de Munch (o al menos la versión que tenían a mano). Así que, les regalo a Fabri demostrando que puede representar al turista pelotudo así como marca el manual.



martes, 8 de mayo de 2012

Piña colada a la noruega

If you like Pina Coladas
And getting caught in the rain
If you're not into yoga
If you have half a brain
(Piña colada-Robert Holmes).
Hace casi diez años habíamos visto una película llamada "Detroit Rock City"en la que un grupo de rockeros iba a Detroit a ver un concierto de Kiss. El grupo de jóvenes estaba emocionado porque había ganado las entradas para el recital en un concurso de radio. Los cuatro llegaban a la estación emocionados, al grito de "Vamos a ver a Kiss", saltando y gritando dentro del ascensor. Al enconrarse con el conductor del programa, este les informa que no habían ganado las entradas porque quien había llamado, luego de dar la respeusta correcta había colgado el teléfono y no había dejado los datos. La escena siguiente muestra a los cuatro jóvenes cabizbajos, dentro del ascensor mientras de fondo se escucha el estribillo: if you like pina cooladas... La imagen de la impotencia y la derrota.
Diez años más tarde, fuimos al museo Munch, la highlight de Oslo. A priori un infalible, un as de espadas de esos que garantizan el éxito de la visia. Tras obtener una considerable rebaja en el precio de la entrada por ser estudiantes, ingresamos a conocer el fascinante mundo de la pintura de Edvard Munch. Un momento. ?Dónde está El Grito? ?Sólo está esa versión boceada? Al parecer sí. Tras recorrer por media hora el pequeño museo del pintor más famoso de Noruega salimos nuevamente a la calle con el sol de frente, mirándonos las caras y cantando if you like pina coladas.
Volvemos al hotel para terminar de planificar el resto del día y nos avisan que por un inconveniente debemos cambiarnos de habitación. ?Y la buena relación con nuestros compañeros de habitación? Ah, no les conté del incidente que tuvimos con un muchacho africano (que po spuesto tiene todos los rasgos del africano). Para no herir susceptibilidades lo llamamos de los siguientes modos: el cordobés, Zanka (personaje de Jamaica bajo cero), Chomoro Joe (léase "morocho"), ió ió motherfucker y demás apodos que no vale la pena seguir elencando. Tras conversar largo y tendido en la recepción, finalmente hacemos el cambio de habitación. 
Resuelto ese inconveniente nos fuimos al Museo del Nobel de la Paz. En veinte minutos ya habíamos observado todos los encantos y atractivos del lugar. Citando a Porky, ?Eso es to to todo amigos? Otra vez en la calle a buscar nuevas opciones. If you like pina coladas.
Nos tomamos un barquito y nos dirigimos a la isla ubicada en el oeste de la ciudad, en la que figuran cuatro museos. El más interesante, en una primera vista es el Museo de los Vikingos. Tras entra y ver si convenía abonar la entradas descubrimos lo siguiente: hay tres naves vikingas, de acuerdo a lo dicho en el mapa. Una ya la estábamos observando desde la entrada del museo y las otras dos eran de menor tamaño. Seguimos viaje. Al museo del Polo Norte que está a diez cuadras. Llegamos con entusiasmo y ganas de revancha. El museo está cerrado. Volvemos al barco y regresamos al centro de Oslo. Hora de tomar unas piñas coladas. If you like pina cooladas...



lunes, 7 de mayo de 2012

Sorpresa en Oslo

Esta vez, te lo dedico a vos
hermano, amigo que desde ayer
andas conmigo este camino
es mía la suerte de poder cantar
esto que mando
(A vos amigo-Almafuerte).

-Sabés por qué este es el país en el que nadie suplica?
-No, por?
-Porque No-Ruega.
Cuando Fabri terminó de contarme ese chiste mientras caminábamos por las calles de Oslo me di cuenta de que sin duda alguna no faltaba nadie más. Somos pocos y nos conocemos mucho. Sabía que el chiste era malísimo. Y sin embargo me reí. La soledad del turista te lleva a veces al borde de la desesperación. Cómo voy a reirme de eso? O mejor dicho, cómo no voy a reirme de eso? Un amigo, un día libre y una ciudad poco convencional es un combo invencible.
Ahí estábamos los dos (más Roy en la mochila) caminando por una Oslo que resultó mucho menos turística de lo esperado. Sin grandes museos, sin grandes palacios, aunque sí con estatuas de próceres de la ciudad en cuyas cabezas los pájaros suelen pararse y quedarse varios minutos contempando el horizonte.
De punta a punta recorrimos la capital noruega sorprendiéndonos por la gran cantidad de mendigos que sobreviven en las calles. No estábamos en el Primer Mundo? Tal vez sí, al menos nominalmente, pero el nivel de pobreza observado nos llamó por demás la atención. También nos llamó la atención que los imanes fueran tan feos y no valiera la pena comprarlos a modo de recuerdo.
Sentados en una parada de coelctivo para protegernos de la lluvia, un señor mayor noruego se nos une en la charla preguntándonos de dónde venimos y tras decirle que somos argentinos grita casi con emoción  Messi. El noruego es simpático, conversador hasta nos dice que le gusta Argentina. Me gusta Argentina, la gente es muy linda, comenta el noruego. Brasil no me gusta tanto, la gente es de piel oscura. OK, no hacía falta el comentario, pero le agradecemos la charla. Mejor volvemos al hotel/hostel. Ah, en la habitación llegó un italiano y ahora el siempre popular Gordo Choto comenzó a interrogarlo a él. Estamos a salvo.

Como un ludópata desesperado en el casino, nos jugamos a obtener un pleno el día de mañana que salve la estadía. Bueno, la visita a la Opera, el cambio de guardia en el Palacio Real y un par de estatuas valieron la pena.

domingo, 6 de mayo de 2012

Un gordo peculiar

En el oeste está el agite,
el líder manda pero vos, vos te quebrás
(El 38-Divididos).

En Madrid, hace casi cuarenta y cinco días nos habíamos dicho hasta luego sin saber con precisión dónde volveríamos a vernos o cuándo. Atrás Madrid, Berlín, Munich, Hamburgo, Copenhague, Gotheburgo y ahora también quedaba en el recuerdo Estocolmo. En el Oeste está el agite y hacia allí partimos en un largo viaje de tren desde la capital sueca hasta la desconocida capital noruega.
Oslo es nuestra nueva parada. Esta vez con Fabri uniéndose al indisoluble lazo creado con el gallo Roy. Somos tres de nuevo, el equipo completo. Además, fue Fabri quien se encargó de reservar la habitación en esta nación. Una habitación doble, para poder descansar sin inconvenientes a la noche. Bueno, eso es lo que decía el folleto, la verdad es que las cosas no siempre salen de acuerdo al plan.
Arribé a Oslo pasadas las tres de la tarde con mi mascota en la valija y varias coronas noruegas en mi bolsillo. Aguardé con paciencia por la llegada de mi amigo, que se produjo pasadas las seis de la tarde. Abrazo de reencuentro y a ir por nustra habitación. Digamos que de la comodidad de un cuarto para dos pasamos a la aventura de compartido con cuatro personas más.
Entrados en nuestro cuarto y de inmediato entramos en contacto con nuestro nuevo compañero, a quien simpáticamente apodamos Gordo Choto. Tras un breve diálogo con él nos enteramos que viene de Noruega, de un pequeño pueblo de pescadores (eso explica que tenga una pecera junto a él). Mientras preparamos nuestras camas, el conviviente nos interroga acerca de dónde venimos. Más tarde quiere saber por cuántos días nos quedaremos en la habitación y formula la pregunta en castellano.
Maldición. Estamos con un noruego que habla castellano. Debe haber tres en todo el mundo y estamos con uno que lo hace. Nos miramos con Fabri. Algo se debe estar tramando. ?Por qué nos interroga tanto? Luego quiere saber si nos molesta que ponga la música alta, a lo que accedemos sin problemas.
Esta noche domiremos con una faca bajo la almohada. Es mejor prevenir que lamentar.

sábado, 5 de mayo de 2012

No me extrañes Estocolmo

Ah ah
we come from the land of the ice and snow
from the midnight sun where the hot springs flow.
the hammer of the gods
will drive our ships to new lands
to fight the horde singing and crying:
valhalla i am coming! 

(Immigrant song-Led Zeppelin).

Dormir en un hostel tiene sus ventajas. Bueno, alguna tiene que tener, ¿no?. Es que uno conoce a gente de remotas partes del mundo que jamás hubiera imaginado que tomaría contacto. Fue así que Roy yo yo nos hicimos amigos de un turco que vive en el norte de Suecia. Allí donde los inviernos son aun mucho pero mucho más crudos y en los veranos hay prácticamente veintitrés horas de sol, lindo clima para enloquecer lentamente. Tras un rato de charla fuimos por un desayuno y nos encontramos, casualmente, con que en el centro de Estocolmo se desarrollaba un festival de cultura turca. Mi nuevo compañero de aventuras dialoga en su lengua natal con un vendedor y en la escena siguiente me encuentro tomando un café con leche con un extraño pan con semillas y un sabor un tanto dulzón. "Se llama simit, es típico de Turquía, probalo", me dice con confianza. Ma' sí, cuando hay hambre no hay simit duro, Bueno, para ser sinceros el pan no estaba nada mal, con alguna mermelada hubiera sido un más que digno desayuno, mas cumplió con su función de alimentarme a la mañana y así poder recorrer las calles holmeñas con el estómago lleno.
Tras cuatro intensos días en Estocolmo ya poco quedaba por visitar en el paraíso nórdico. Museos, estatuas, plazas, avenidas, islas y demás recorridos habían ya sido vistos por Roy y quien les escribe por lo que las opciones comenzaban a escasear. La cuenta pendiente era la visita a los dos salones dal Palacio Real que, por falta de tiempo, no había alcanzado a ver. Primero "El Tesoro", un recinto en el que se guardan algunas piezas pertenecientes a precedentes reyes suecos. Bajando por una angosta escalera se llega a la oscura sala en la que se exhiben coronas, cetros, espadas y hasta un suntuoso traje de coronación con capa y collares de oro que vale la pena observar. ¿Por qué no les muestro las fotos, entonces? Porque no se podía sacar y creanme que era buena idea obedecer al alto y blondo guardia.
Por último, un paseo por el Museo de las Tres Coronas, símbolo de Suecia. El dibujo de las tres coronas representa las tres regiones que conformaban el Reino de Suecia: Noruega, Suecia y la zona del Sur llamada Scania. Después de semejantes conocimientos postularé mi cátedra de "Historia de Suecia" en la Facultad. En fin, en el Museo (donde tampoco se podían sacar fotos) nos servimos otra porción bien cocida de historia sueca, empezando por los vikingos, los reyes, la construcción de Estocolmo, el Palacio, la dinastía Vasa y demás hechos trascendentes que acontecieron aquí, en el Paraíso.

viernes, 4 de mayo de 2012

Estás lejos de casa, nene

Abrazame, madre del dolor
nunca estuve tan lejos, de mi cuerpo
(Post-crucifixión-Pescado Rabioso).

La municipalidad de Estocolmo trabaja, se preocupa por sus ciudadanos, arregla las calles, las pavimenta, las repara. Por desgracia se le ocurre repavimentar la que está pegada a la habitación de mi hostel. Ocho de la mañana y ya se escucha el ruido de la maquinaria pesada trabajando. Imposible seguir durmiendo. Es hora de levantarse querido, ¿dormiste bien? No, pero no importa, es momento de arrancar el cuarto día en Estocolmo. Ah, por si no lo sabían, y seguro que no lo sabían, el nombre de la ciudad se traduce como Islote de troncos, puesto que en ella se depositaban varios troncos arrastrados por el Báltico.
La distancia entre esta ciudad y Buenos Aires es de más de doce mil kilómetros. Citando a spinetta, nunca estuve tan lejos (de Buenos Aires), como ahora en Estocolmo. Es la distancia máxima de mi casa en la que alguna vez estuve y todavía queda por explorar en esta ciudad.
El lugar elegido era nuevamente el Palacio Real, para ver El Tesoro y el Museo de las Tres Coronas. Sin embargo, como el Palacio recién abre a las doce no vale la pena hacer tiempo, se puede visitar mañana. Cambiamos el destino rápidamente y vamos al Estadio de la ciudad, ubicado en el norte de Östermalm. La cancha es pequeña, tradicional (tanto que los asientos son tablones de madera numerados) y hasta tiene un palco reservado para la realeza. Ideal para que barrabravas argentinos hagan desastres en una tarde de furia.
Por la tarde, en cambio, llega el momento de uno de los principales atractivos de la ciudad: el paseo en barco para recorrer sus canales y diversos puntos de atracción. Casi dos horas navegando por el Báltico, el lago Mälaren atravesando puentes y canales y escuchando datos de la rica historia de la ciudad. Es una gran ciudad. es un gran país. Lástima que por algún motivo, los colores de la bandera no me gustan tanto cuando la veo flamear.