miércoles, 16 de mayo de 2012

El lugar menos pensado

Si diez años después te vuelvo a encontrar en algún lugar,
no te olvide que soy distinto de aquél pero casi igual
(Diez años después-Los Rodríguez).

No fueron diez años después, tan solo tres, en definitiva bastante tiempo. Me encontraba cuatro años atrás en un trabajo aburrido y poco interesante (no, no es el que están pensando, es otro) en el Consulado de Italia en Buenos Aires. Allí realizando rutinarias tareas de oficina conocím entre otras personas, a Ariel, un muchacho de Zona Norte que llegaba a trabajar con zapatillas y remera en contraposición a la "seriedad" del lugar. Nos habíamos despedido allá por el 2009 con la promesa, no concretada, de juntarnos algún día. El tiempo pasó y quiso el destino que el reencuentro se produjera, contra todos los pronósticos, en Barcelona, en donde él vive hace casi un año. El reencuentro ni siquiera estaba planificado al iniciar el viaje, dado que el paso por Barcelona no era parte del recorrido.
Volver a ver a un amigo un año más tarde deja de generar incertidumbre. ¿Cómo estará? ¿Le estará yendo bien? ¿Se habrá adaptado a otro país? Y ahí llegó. Skate en mano, las zapatillas de siempre, remera y jeans. Tal cual lo recordaba. Nos saludamos con un abrazo y no pude evitar decirle que realmente lo veía bien. "Allá no vuelvo más, acá estoy muy contento", así de tajante me respondió y luego me dio detalles de su nueva vida en España. Ya era pasado el mediodía y nos guió a mí y al salteño a la playa. Nos sacamos una foto para testimoniar el encuentro, que finalmente se produjo aun contra todos los pronósticos, y nos volvimos a despedir. "Bueno Gabi, la próxima vez nos vemos en, no sé, Tokio, ¿te parece bien?", me preguntó. Ningún problema, Tokio parece ser un buen destino, después de todo es el Más Allá de otra parte del mundo.
Esos fueron los últimos lugares recorridos en Barcelona, inclusive hubo tiempo para poder desafiar al viento y mojar los pies en el Mediterráneo. Ya no quedaba más nada por hacer en esta ciudad. Por la mañana con el salteño habíamos recorrido Montjuic, la zona sur de la ciudad en la que se encuentra el Estadio Olímpico, el Castillo de Montjuic y varios museos. Está bien, lo admito, no entramos a ninguno. A cada uno que llegábamos nos mirábamos las caras, hacíamos silencio y esperábamos que el otro encontrara una buena razón para no entrar. Con más de cincuenta días viajando de aquí para allá encontrar un motivo válido para no pasar dos horas dentro de un museo me resultaba fácil. Lo que me resultó imposible, en cambio, fue resistirme a sacarme una foto con los cañones antiaéreos colocados en el castillo. Sé que me veo muy bien.

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