sábado, 19 de mayo de 2012

El final es en donde partí

Y en que lugar, habrá consuelo para mi locura,
esta ironía con qué se cura
si el final es en donde partí

(El final es en donde partí-La Renga).

Cuando el avión aterrizó en Barajas, tras carretear una hora por la pista del enorme aeropuerto madrileño, llegué al Viejo Continente sabiendo que tendría a mi disposición sesenta noches para recorrer, conocer, estudiar y enriquecerme (culturalmente, claro está). De esas sesenta iniciales apenas queda una en territorio europeo y será precisamente en el lugar en el que pasé la primera (la de mañana será seguramente en aguas internacionales o algún otro destino difuso).
En el último día íntegro en Europa recorrimos las calles de Madrid con rumbo al Museo Santa Sofía, a disfrutar del Guernica de Picasso y otras pinturas de autores como Dalí. Era una más que digna despedida de estas tierras. 
En el camino pasamos por el barrio de las letras, en donde está enterrado Cervantes (sí, me leí los dos libros del Quijote). En el camino pude decirlea Fabri cómo me tenía ya Madrid, algo que pueden apreciar en esta fotografía.
En el museo cumplimos con la consigna de la última visita cultural del viaje. En cuatro pisos disfrutamos de cuadros de los pintores más renombrados de España y alguna películas de cine español, empezando por el ya clásico "Un perro andaluz".
Sin embargo, el hecho sobresaliente de la visita ocurrió al final, cuando casi por curiosidad entramos en el shop del museo. Abriendo un libro al azar, Fabri dio con mi compañero de viaje, que en estos últimos días prefirió quedarse en la mochila y descansar para el regreso a casa. Ahí estaba, el gallo Roy junto a sus amigos. Es siempre importante conocer el origen de uno, el de Roy lo encontramos. Sobre el final del viaje, pero lo encontramos. Bueno, después de todo, el final es en donde partí.

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